Análisis por Jeffrey Moyo
HARARE (IDN) – Vestido con pantalones desteñidos, camiseta y un par de zapatos dotados con una mezcla de parches y huecos, Jemitius Simango, de 38 años de edad, camina penosamente a través de First Street, en la capital de Zimbabue, con un gran saco que lleva en su espalda y que contiene botellas de plástico vacías, mientras hurga distintos tachos de basura en busca de objetos valiosos.
Simango cuenta con un diploma de marketing, concedido por la Universidad Politécnica de Harare, en Zimbabue, y al primer vistazo, muchos lo tomarían por un lunático, a pesar de que es un hombre como cualquiera: trabajando, tratando de ganarse la vida, buscando alejarse del fondo de la vacilante economía sudafricana. Tras no haber conseguido mantener un trabajo, muchas personas, al igual que Simango, se han visto obligadas a vivir de varios subempleos para subsistir.